martes, 23 de marzo de 2010

Simplemente especial



    "No me digan arrogante, pero soy campeón europeo y creo que soy especial". Así se definía, hace unos años, José Mourinho, el mejor técnico de Europa, con la naturalidad de quien dice una verdad que al resto de las personas les cuesta ver. Amado y odiado en porcentajes similares, el portugués dio un nuevo golpe al clasificar al Inter a cuartos de final de la Champions League, eliminando a su ex club, el Chelsea, en Stamford Bridge. El mismo lugar donde, en sus tiempos, el conjunto del todopoderoso magnate ruso Roman Abramovich solo había perdido un partido: contra el Barcelona y con 10 jugadores.

    Desafiante y confrontativo, Mourinho encontró la llave para construir una carrera sembrada de triunfos. No solo sabe de fútbol y te mata con el curriculum, sino que entiende casi a la perfección el ambiente que rodea a su profesión. No se enrrosca en el juego mediático que proponen los periodistas sino que lo juega con sus propias reglas, manejando estratégicamente sus declaraciones pero sin dejar de dar espectáculo para la venta del noticiero. "Soy arrogante porque en el mundo del fútbol es necesario serlo. No me gusta meterme con la gente, pero tampoco me gusta que se metan conmigo. Me gusta ir a lo mío y que los otros vayan a lo suyo. Si la gente te respeta por tu trabajo, tus ideas, por tu persona, entonces amor con amor se paga". Clarísimo.

    Su arrogancia es su estrategia. Es su forma de protejer a su tropa de todo lo que habitualmente convive con un equipo de fútbol profesional, y mucho más con uno ganador. "Una vez, cuando dirigía al Chelsea, mis jugadores me dijeron que mi forma de ser con los medios les había proporcionado una paz en el plano social que no recordaban y eso les permitió jugar con tranquilidad. Así que objetivo cumplido. Eso es lo que importa". Mourinho se juega su imagen en cada partido porque sabe que de esta forma sus jugadores se relajan y piensan solamente en lo que tienen que hacer adentro de la cancha. Total, la prensa está más atenta a las movidas del banco de suplentes. Podrá gustar o no gustar, pero para él las formas son parte de algo mucho mayor, que se sustenta con resultados desde hace 8 años.

    Ganó todo lo que se le cruzó por el camino: entre 2002 y 2004, con Porto, la Copa UEFA, la Champions League, dos veces la Liga de Portugal, dos veces la Supercopa de Portugal y una vez la Copa de Portugal. Con Chelsea fue bicampeón de la Premier, ganó dos veces la Carling Cup, y una vez la FA Cup y la Community Shield. Y con Inter la Supercopa de Italia, en 2008, y la Serie A en la temporada 2008/09.

    Defiende cuando hay que defender, pero es cultor del buen fútbol. Es jugadorista pero se jacta de ser el mejor estratega de Europa. Potenció a Maniche cuando estaba relegado en el Benfica, pidió a Wesley Sneijder cuando desde el Real Madrid lo liberaron y extrajo lo mejor de los 4 argentinos que militan en el Inter hasta el punto que hoy pocos en Europa puedan creer que ninguno es titular indiscutido en la selección argentina. Mientras tanto hace gestos a la cámara que lo enfoca durante los 90 minutos del partido y los usuarios de internet se deleitan con su célebre cachetada a Puyol, en la previa de un Chelsea - Barcelona. Las malas lenguas dicen que la relación del portugués con el club catalán quedó definitivamente rota luego de su paso como ayudante de campo de Robson y Louis Van Gaal.

    Polémico y provocador, Mourinho sigue haciendo la suya y cosechando resultados. Se sabe especial y no tiene reparos en hacerlo notar. Sin embargo, a no confundirse; este portugués de 47 años no solo es especial, sino que también es arrogante. Y lejos de ser una falla de su personalidad, esto constituye la clave de su éxito como entrenador.

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