22 es el número mágico. No el de la cantidad de jugadores que ingresan a una cancha de futbol a jugar un partido. No. 22 es el número de goles a los que llegó Lionel Messi luego del hat-trick de ayer versus Valencia, con una brillante actuación incluida. 22 es también la cifra que lo deposita al tope de la tabla de goleadores de la Liga más importante del mundo, por sobre mounstruos del área como Gonzalo Higuain, David Villa, CR9 o Zlatan Ibrahimovic.
¿Cómo puede ser que un jugador que mide 1.70, acostumbrado a ir por afuera y no ser un clásico referente de area, sea el pichichi de España?, ¿Cuando hará un tercio de lo que hace en el Barca con la selección argentina? -se pregunta mucho argentino desde el facilismo que brinda la crítica-; ¿Habrá que quemar todos los libros o bien estamos ante una situación que merece un análisis muy puntual? Sin lugar a dudas me inclino por la segunda...
No se puede hacer todo el gasto que implica cocinar una gran cena, para muchos invitados, y ser también el que prepare la mesa y sirva a los comensales: Se corre el riesgo de que alguna de estas cosas salga mal y una gran mancha de salsa termine en el vestido de la tía más arreglada para la ocasión.
En el Barcelona Lionel Messi sirve lo que cocinan otros. Y lo hace con una maestría tal que opaca al crack que es Zlatan Ibrahimovic, al que presidente Joan Laporta trajo especialmente porque su principal trabajo siempre fue el de "servir". Esos grandes banquetes a los que la Pulga les pone su firma son producidos metros más atrás por Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Sergio Busquets, Dani Alves y Thierry Henry, quienes conforman la cocina más aceitada que el fútbol mundial haya visto en mucho tiempo. Los papeles están correctamente delimitados y los platos, por ende, salen deliciosos.
Con la ida de Juan Román Riquelme la selección argentina perdió al jefe de sus cocineros, porque desde que llegó al restaurant, el nuevo dueño se propuso modificar el armado de la carta. Con el actual esquema de doble 5 y carrileros con mucha llegada, se perdió en elaboración y hoy las comidas son despachadas de forma más rápida. De esta manera se trastoca toda la dinámica de producción y genera que el resultado sea claramente distinto. En ese sentido también se ha confundido el papel de Messi: se busca que sea él quien bata los huevos y pele las verduras, pero también se quiere que presente el plato y sea el último eslabon de la cadena. Todo no se puede.
El Messi versión Barcelona juega como juega simplemente porque tiene un rol delimitado y especifico dentro de un esquema que le reserva un lugar cerca del final. Lionel corona -con su clase tan característica- el fútbol que genera todo el equipo hasta los metros que preceden al area grande del conjunto rival. El mejor Messi es el que hace eso y no el que retrocede hasta la mitad de la cancha a buscar el balón.
La respuesta tan simple, pero a la vez tan buscada, es que para que el camarero sea la estrella, la cocina debe funcionar como una orquesta. De esta manera sólo deberá sonreirle a los clientes con la seguridad de quien sabe que no tendrá ningún reclamo. Como en el Barcelona, el restaurant donde Lionel Messi se siente a gusto y puede brillar.
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