El post partido de Argentina-Uruguay fue un anillo que mejor calzó en el dedo de aquellos que hacen de la prédica del fútbol su trabajo de todos los dias. Condimentos no faltaban: Por un lado la Selección, si bien se volvía de su aventura en el Centenario con el objetivo cumplido del pasaje directo a Sudáfrica 2010, había vuelto a jugar un partido pobre; por otra parte, Lionel Messi, la comidilla predilecta del argentino medio, se encontró nuevamente incomodo en la cancha y deambuló por tierras uruguayas como quien carga una pesada mochila en sus espaldas. Para colmo no canta el himno y es medido en los festejos de los goles, razones suficientes para que los puristas del argentinismo lo estigmaticen y le reclamen eso que muchas veces indulta a los que no juegan a nada: Huevos.
Sin embargo los reflectores se los llevó el DT del seleccionado argentino: Diego Armando Maradona. Su pedido de festín oral a los periodistas fue la gota que definitivamente ahogó al debate futbolero clásico. El hecho de que la selección haya clasificado en cuarto lugar, penando por hacerse un lugar en la elíte mundial de la pelota, desapareció tan rápidamente como desaparecen los hechos de inseguridad de las portadas de los diarios cuando el Congreso debate una ley importante para algún sector de poder.
Al otro dia muy pocos analizaron el cambio de Di María por Monzón (con el sello bilardista marcado a fuego) o el ingreso de mister tiki tiki, Mario Bolatti, un número 5 de juego, por Gonzalo Higuaín, la única referencia de area que tenía el equipo argentino. Y muy pocos repararon en que Maradona reemplazó a Lionel Messi, uno de sus intocables, por Carlos Tevez. No. Todas esas aristas quedaron opacadas por un pedido de sexo oral.
Al otro dia Crónica le preguntaba en la calle Florida a señoras muy bien maquilladas que pensaban de los dichos de Diego; America y el diario La Nación presentaban encuestas muy creibles en donde casi un 90% de la gente decía que Maradona debía renunciar a la selección, y variopintos personajes muy alejados de la órbita fútbol, como Chiche Gelblung, se indignaban en cámara.
Al otro dia Juan Carlos Passman, aquel periodista que acusó lisa y llanamente al DT de no trabajar y de llegar al predio cerca del mediodía, era ungido como el primer mártir periodistico de la era maradoniania. Un ejemplo de la profesión que tuvo que luchar contra las vicisitudes del "loquito" que está al frente del seleccionado.
Al otro día políticos opositores y jerarcas de los medios de comunicación veían la posibilidad de reflotar el apoyo explicito que le brindó Maradona a la estatización de los derechos del fútbol para atacar al gobierno y a la AFA. Todo vale en el amor y la guerra, dicen.
Al otro día se exacerbó lo malo -que ciertamente existío- y se olvidó lo bueno. En medio del enrriedo, la furiosa diatriba dejó entrever un sinfín de intereses diversos que hicieron de las declamaciones del DT la señal perfecta para entrar en acción. Allí se mezcló todo: la politica y la pelota. Y a las pocas horas el hecho deportivo en sí era simplemente una anecdota de color.
Al otro dia, el juego, su analisis puro y toda su belleza, quedaron opacados por todo lo que lo rodea. A fin de cuentas, la clasificación de la Argentina para otro Mundial, era en definitiva, lo que menos importaba.